Desde Nezahualcóyotl, en el Estado de México, todos los días, Gerardo sale de casa con su mochila de Uber Eats en hombros. Tiene que tomar dos peseros y después el metro para llegar a la zona donde trabaja como repartidor. Su rutina es la misma de lunes a domingo. “Si no trabajo no comemos en casa, así es esto”, dice a envozmx justo antes de empezar su jornada laboral.

Desde hace tres años, Gerardo, recorre las calles de la colonia Nápoles en la Benito Juárez, platica que hay días que puede hacer hasta 17 pedidos y caminar más de tres kilómetros, no tiene bicicleta ni moto, dice que prefiere hacer sus pedidos a pie ya que ha visto a muchos compañeros tener accidentes viales.

Antes, cuenta, trabajaba como mensajero, pero las ganancias eran insuficientes. Fue entonces cuando apareció el servicio de Uber Eats, Rappi y Didi, prometiendo lo contrario: libertad de horarios, descansos a modo, supuestas grandes ganancias. 

Pensó que era un sueño, un oasis en medio del desierto mexicano del desempleo, donde la oferta para los jóvenes sólo les permite encontrar trabajos informales, mal pagados, con jornadas largas o el desempleo. 

 “En una jornada laboral puede ganar entre 500 y 800 pesos diarios, todo depende del tiempo que le des, si haces más horas, si agarras más pedidos; aunque también hay días que te puedes ir con 50 pesos en la bolsa”, dice el joven de 33 años, que ingresó a la plataforma en 2018.

Sabe bien sobre las carencias laborales que sufre su gremio, sin un contrato que reconozca sus derechos que debería tener, sin prestaciones y nadie que cuide su vida. “Para nosotros es imposible pensar en enfermarnos, tener vacaciones o aguinaldos”.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los repartidores de estas plataformas pertenecen a los 7.3 millones de trabajadores subempleados que hay en el país durante el primer trimestre de este año

“En cuestión de prestaciones no tenemos, y aparte esos impuestos que nos están cobrando nos perjudican mucho y más en estos tiempos de la pandemia, está peor la situación”, cuenta el también padre de familia.

Comenta que ya sea lloviendo, con mucho calor o recorridos muy largos, los pedidos se deben entregar en el tiempo definido por la plataforma. “Si no terminas el viaje, Uber te cancela y no te lo paga. Didi y Rappi te cobran a ti la comida. No puedo darme ese lujo”.

  • CONTRATOS QUE SOLO EVADEN RESPONSABILIDADES

De acuerdo con Alejandro Ávila, abogado especialista en derecho laboral, los contratos que firman los repartidores con las empresas son de tipo mercantil no laboral. “De esta manera la empresa se deslinda de cualquier riesgo o accidente que le pudiera pasar al operador”. 

Según explica, al establecer un contrato de este tipo, enmarcado en el derecho mercantil, se establece un vínculo breve entre el consumidor que da una orden y el repartidor que la hace a cambio de una remuneración.

Con la pandemia este trabajo se incrementó, por la cantidad de enormes despidos que hubo en empresas formales y la segunda por la necesidad de las personas por utilizar estas aplicaciones para consumo.

Este autoempleo, explica Ávila, se caracteriza por la precariedad laboral, con horarios interminables, ganancias bajas y una ausencia generalizada de derechos para los trabajadores. 

El también presidente del Colegio de Abogados Laboralistas de la Ciudad de México detalla que este esquema bajo el que trabajan los repartidores no se considera trabajo formal en México, aunque paguen impuestos. 

“La Ley Federal del Trabajo define en el artículo 20 que se considera un trabajo formal cuando se establece un contrato individual de trabajo, con una adherencia a prestaciones como seguro social, aguinaldo y vacaciones, y donde se establecen obligaciones y derechos”, agrega.

  • NO HAY DESCANSOS NI EL DÍA DEL PADRE

Pese a que Gerardo solo terminó la secundaria, dice que quiere ver a su pequeño con una carrera universitaria, “no importa el clima, las jornadas largas de trabajo, pero yo quiero ver a mi hijo con un futuro diferente al mío”.

El próximo día del Padre, Gerardo, dice pasará un rato con la familia por la mañana, sin embargo, su jornada laboral será la misma, ya que como él menciona “los gastos no paran”.

Datos del INEGI señalan que en el país en 2020 habrá 2.7 millones padres de familia que se encontraban dentro de la población no económicamente activa. De ellos 5.5 por ciento son pensionados, 1.6 que se dedicaban al trabajo doméstico y 2 por ciento tienen alguna discapacidad. 

Entre los padres ocupados, 70.8 por ciento eran trabajadores asalariados 1, 22.4 por ciento trabajaban por cuenta propia, 4 por ciento eran empleadores y 2.7 por ciento trabaja sin recibir un pago o remuneración. 

Del total de padres que eran trabajadores asalariados, 64.3 por ciento recibía algún tipo de prestación y el resto 35.6 por ciento no percibe prestación alguna por el trabajo que desempeñaba. 

Este padre de familia platica que el año pasado en estas fechas debido a que la Ciudad de México se encontraba en semáforo rojo por el Covid-19, hubo muy pocos pedidos y las ganancias fueron muy pocas, pero espera que este año las cosas sean diferentes ya que hay más establecimientos abiertos.

Ser repartidor es algo complicado, platica Gerardo, “Hay muchas cosas que te pueden pasar mientras estás trabajando en la calle, te pueden asaltar, te pueden atropellar y ya no regresas a tu casa”, relata mientras camina rumbo a un pedido.

Gerardo también pertenece al colectivo Ni Un Repartidor Menos, el cual fue creado por quienes prestan este servicio a las aplicaciones tecnológicas, después de la muerte de uno de sus compañeros en 2018, el cual busca mejorar las condiciones laborales y sociales de los repartidores.